Érase una vez una urraca y una corneja que vivían en un frondoso bosque. Todos los días se daban picotazos y se peleaban por cada grano que encontraban en el suelo, a pesar de que al lado del gran bosque había un inmenso campo de cereales.
Llegó el invierno con sus heladas y nevadas. Un día, la urraca encontró una bola hecha de grasa y granos que una bondadosa mujer había dejado colgada en la rama de un árbol para los pajaritos. Por más que la buena mujer esperó ver bellos camachuelos y demás pajaritos del bosque, sólo la urraca bajó a probar aquel manjar.
La corneja vió desde la copa de un árbol como la urraca comía con deleite y tímida bajó a ver si la urraca compartía la comida. La urraca comió todo lo que quiso y la pobre corneja tuvo que conformarse con las migajas que caían a la fría nieve. Peor es nada y mejor migajas que picotazos.
En Finlandia anidan entre 150 000–200 000 parejas de cornejas y 140 000-200 000 parejas de urracas.